Alfonso Cruz: Poesía transformada en lienzo bajo el mar

Cruz

Pintar bajo el mar es posible. No piense nadie que la pintura se deshace y embadurna sobre una tela mojada y manchada. Se trata, en efecto, de una técnica diferente a la tradicional obra gráfica, grabado, serigrafía o litografía. En ella cabe cualquier estilo que pudiera parecerse al de los más innovadores artistas como Dalí, Picasso, Miró o Tápies. Cualquier subasta de arte o subasta de arte online presumiría de vender cuadros o concretar la compra-venta de lienzos pintados bajo la magia de las profundidades marinas.

Se trata de una técnica especial que utiliza el clorocaucho para impermeabilizar la tela. Antes de la inmersión se extiende una capa de este compuesto sobre el lienzo para evitar que se empape y facilitar la adherencia del óleo dentro del agua. La espátula es el instrumento utilizado para la creación de un buzo convertido en pintor o, más bien, de un pintor convertido en artista de las profundidades.

Las sensaciones que proporciona el hecho de tocar y palpar el fondo marino deben ser indescriptibles. Plasmarlas directamente sobre el lienzo es una experiencia que pocos pintores han podido vivir. Uno de los más destacados, sin duda, es Alfonso Cruz.

“A la niñez debo (...) mi amor por la naturaleza, y la certeza de que existe más de un camino para llegar a cualquier lugar. Y de esta forma -como un peregrino- llegué yo a la poesía. Descubriendo que una palabra podía ser más libre que el viento... más fuerte que la roca... más suave que la hierba... Durante años fluyeron de mi interior ríos de palabras, imágenes sin control que tomaban forma inexplicablemente, como si una mano guiara la mía propia para dirigir una sinfonía de magia, de sueño y de belleza.
Poesía lo era todo, era el encanto..., el capricho..., el poder..., el amor..., la muerte..., el silencio..., el bullicio..., la noche..., la vida..., sobre todo la vida. Y a esa hora en la que los duendes se dan cita para conjugar maliciosamente el sueño, el alcohol y el deseo, vi, de repente, mis manos manchadas de pintura, tratando de traducir mi existencia en incoherentes masas de color, para explicar al mundo mi historia una y otra vez sin que resultase desalentador.
Desde entonces no he podido dejar de pintar”.

Alfonso Cruz, Nueva York, 1992.

En efecto, Alfonso Cruz comenzó cultivando el estilo hiperrealista. Y lo hizo durante 15 años de su vida exponiendo en prestigiosas galerías como la de Nueva York, hasta que se cansó de estar encerrado entre cuatro paredes y decidió cambiar su estudio por otro natural lleno de encanto, de antiguos buques hundidos plagados de historias y misterios, de corales y de bancos de arrecifes. Cuenta el artista terrasense que en una ocasión tuvo unos observadores muy peculiares: “quince meros mirándome pintar; todo un espectáculo”.

Muy pocos pintores se han atrevido a utilizar esta técnica. Alfonso Cruz se preparó para el buceo profesional en el Centro de Buceo de la Armada Española (CBA) de Cartagena y participó en labores de instrucción y rescate entre 1979 y 1980, lo que le permitió trabajar como buceador durante varios años en los Astilleros Vulcano del puerto de Barcelona.

El primer pintor en cultivar esta técnica fue un tal Zarh Pritchard, hindo-escocés de Madrás. El segundo fue Nikolai Kondakov. El tercer artista intrépido, amigo del egarense que protagoniza este artículo, pertenecía al equipo de Jacques-Yves Cousteau. Se trataba del francés André Laban, uno de los tripulantes del mítico “Calipso”. Fue el primer pintor que utilizó una escafandra autónoma. Tenía una personal concepción de la imagen y del color del entorno marino. Alfonso Cruz lo admira y lo considera el verdadero precursor de la pintura bajo el mar.

Lo más impresionante de los lienzos de este artista bajo el mar, es la composición y el tratamiento cromático de su obra. Destaca su trabajo, investigación, percepción y descubrimiento de nuevas tonalidades pertenecientes a un mismo color donde los azules se llevan la palma. Se trata de una forma de pintar más espontánea, rápida -solo cuenta con dos horas de oxígeno en cada inmersión-, y vital. Pero también es una creación plasmada directamente bajo la inmensidad impactante de una belleza primitiva y natural plagada de sensaciones, emociones y vivencias. El producto que resulta de estas experiencias, en nada se parecería a un cuadro frío, pintado en un estudio con el modelo de una simple fotografía submarina.

La pasión de este artista nacido en 1958 por aunar el arte con la inmersión, le ha proporcionado un éxito merecido en exposiciones de renombre internacional, conferencias, presentaciones, eventos artísticos, encuentros, etc. Su trabajo se traduce en una ingente producción pictórica cuya presencia engalana los más prestigiosos museos y las más insignes colecciones privadas de todos los países. Una manera distinta de pintar que enriquece, sin duda, este maravilloso mundo heterogéneo del arte moderno contemporáneo.

Fdo. María Luisa Sánchez Vinader