Joan Ferré Barberà: óleos que capturan el alma del paisaje
paisajismo Pintura Pinturas al óleoDurante las últimas décadas, Joan Ferré Barberà ha ofrecido al público obras que capturan la esencia de paisajes y escenas propias de la geografía catalana mediante el óleo sobre lienzo. La selección que hoy presentamos en Subasta Real, pinturas realizadas entre 1979 y 1997, ofrecen una muestra sobria del dominio técnico y la sensibilidad única del artista, que invita al espectador a descubrir sutiles matices sin desvelar por completo su enigmático universo artístico.
En este óleo se percibe el deseo de inmortalizar un instante singular en el paisaje de Girona. En el cuadro destaca unas rocas en primer plano, mientras que en el fondo se vislumbra la costa y la población de Llançà, elementos que acentúan la esencia y la dinámica del entorno tan característico de la Costa Brava catalana.
En "Roureres, Lloret Blau, Lloret de Mar" (1983) se observa un camino que se abre paso entre frondosos robles, mientras algunas casas se ocultan sutilmente entre la vegetación. Esta composición enfatiza la integración natural del entorno, reflejando la sensibilidad de Ferré Barberà para fusionar la arquitectura con la naturaleza.
Esta obra sobresale por centrar la atención en el portal, un elemento arquitectónico emblemático. El artista subraya la robustez y la estructura inherente a este umbral, que se erige como una puerta hacia la esencia del paisaje rural de La Coma. La composición pone de relieve cómo la arquitectura cotidiana se eleva a la categoría de símbolo visual del lugar.
Esta obra se percibe como un diálogo entre la tradición arquitectónica y el entorno rural de La Coma. La meticulosa integración de los elementos constructivos permite apreciar cómo "Cal Teto" y la rectoría se inscriben en una narrativa visual que irradia autenticidad y arraigo, subrayando el compromiso de Ferré Barberà con la identidad del lugar.
Joan Ferré Barberà. "Ametller Vora'l Camí". Óleo sobre lienzo. Titulado, firmado y fechado (1991)
Esta obra se caracteriza por su composición sobria y llena de evocación: un almendro en plena vitalidad se erige como testigo silencioso de un paisaje rural en transformación. La transición del cereal, de la frescura de sus tonalidades a un dorado incipiente, refuerza la sensación de un instante detenido en el tiempo, en el que el almendro se consagra como símbolo de renovación y continuidad.
La obra se presenta como una delicada meditación visual en la que el olivo, capturado en primer plano, actúa como un símbolo de vitalidad y resistencia. Detrás, el Parc de L'Oroneta se despliega con un tratamiento sutil que resalta la armonía del entorno, mientras que, a lo lejos, el Tibidabo se insinúa como un eco distante que añade un matiz de misterio. Esta conjunción de elementos configura una narrativa poética, en la que la firmeza del árbol dialoga con la vastedad del paisaje, evocando la ineludible presencia del tiempo y la naturaleza.
Esta pintura resalta la efímera belleza de los almendros en flor, desplegados en una escena impregnada de intimidad y sensibilidad. El estallido floral, que simboliza la renovación y la fugacidad de la vida, se integra armoniosamente en el entorno, ofreciendo una visión poética del ciclo natural que invita a una contemplación serena.