El Arte Informal de Antoni Tàpies
TàpiesAntoni Tàpies fue capaz de crear su propio planeta geológico sobrenatural, con terrenos salpicados de grietas, hendiduras, valles y vaguadas que hubieran hecho las delicias de un mundo animal imaginario. En ese planeta tan personal, el influyente crítico, curador y autoridad líder en la obra de Tàpies, Michel Tapié, jugó un papel clave en el ascenso del artista en la esfera internacional. De hecho, fue el propio Tapié quien acuñó el término "Arte Informal" en 1952 que es tan característico de Tàpies y que englobaba la obra de artistas como: Jean Dubuffet, Jean Fautrier, Alberto Burri, Willem de Kooning y el propio Tàpies.
Las "pinturas de la materia" fueron las más importantes de la carrera de Tàpies, donde plasmaba la relación entre la sustancia táctil de la materia terrestre y sus propiedades místicas inherentes. Quizás uno de los momentos más trascendentales para el artista catalán fue la década de 1960 cuando sus primeras exposiciones individuales llenaban los museos de media Europa y Norteamérica.
Antoni Tàpies. "Compotier". Aguatinta firmada a lápiz por el artista y numerada (1984) H.C.
Tàpies estaba fascinado por la huella humana y el trabajo en bruto que le permitía crear obras que se acercaban a una dimensión desconocida, pero que a la vez le era una dimensión tan familiar. El pintor encontró su inspiración en las paredes y muros maltrechos que reflejaban el sufrimiento y la violencia vivida en las calles de Barcelona durante la Guerra Civil española.
No es de extrañar que algunos de sus lienzos reflejen los edificios de piedra salpicados de metralla o parezcan un fragmento de tierra seca y agrietada, sedienta de agua y vida. Estas extrañas heridas o colección de marcas rituales de Tàpies, son las huellas feroces e innegables del ser humano. Aunque ya sabemos que a veces la humanidad tiene formas erróneas de interactuar con la naturaleza.
El crítico John Russell acertó a decir que las obras de Tàpies "parecían no haber sido pintadas tanto como excavadas con un compuesto idiosincrásico de barro, arena, tierra, sangre seca y minerales en polvo". Hay quien ha querido ver la influencia de la obra de Lucio Fontana en las obras perforadas y cortadas de Tàpies. De hecho, ambos se habían conocido y estaban motivados por un mismo deseo de acceder a esa extraña realidad que se esconde tras los cortes y que parecía posible probar a través de las incisiones efectuadas en las superficies de sus cuadros.
A finales de la década de 1950, la filosofía oriental entró con fuerza en la obra de Tàpies. Los templos Zen tienen jardines de arena que forman surcos y franjas similares a las estrías de sus pinturas. Texturas rústicas y pequeñas marcas que pretendían ahondar en la conciencia mística y que inducían a un estado similar de introspección al que disfrutan los monjes, capaces de profundizar de forma extrema en todo lo que le rodea. El paso del tiempo, es la decadencia natural que lleva a las personas y a los objetos a acumular rasguños, arrugas, marcas y grietas. Marcas deliberadas, impulsivas y accidentales que Tàpies distribuye con precisión en sus pinturas.
A través de las naturalezas creadas por el artista, llenas de texturas y arena, los muros son franqueados por puertas que permiten la entrada a otro mundo y a otra realidad. Dejan cruzar una frontera entre dos estados de comprensión, el observador atraviesa el polvo y se mezcla con la materia de sus pinturas para iniciar un viaje de exploración ¿o convertirse en polvo?
No es de extrañar que los muros y tapias (tàpies en catalán) fueran una herramienta tan poderosa y tan utilizada por el artista que encontraba en ellos, un transmisor lleno de significado, pues ellos se encuentran encapsulados en el nombre de Tàpies y se convirtieron en una estrecha identificación personal.
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