La pintura de Juli Batallé Murla: luz y color en los paisajes de Olot

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Desde mediados del siglo XIX, numerosos pintores han perseguido el favor de las musas a lo largo y ancho de los idílicos paisajes de Olot. Juli Batallé Murla tampoco fue quien de abstraerse al encanto sutil y contenido que albergan los cerros, prados y rincones de esta hermoso municipio catalán, convirtiéndolos en motivo central de su producción artística para embalsamarlos en certeras pinceladas de óleo, como en un romántico intento de preservar su belleza y de cantarla a los cuatro vientos.

El arte amable de Juli Batallé Murla

A lo largo de su dilatada carrera artística, Juli Batallé Murla cultivó el dibujo y el grabado, aunque la estela que llega hasta nuestros días de su paso por el mundo del arte nos remite a sus obras en óleo sobre lienzo y sobre madera, dedicadas casi exclusivamente a la plasmación de la naturaleza, en las que hallamos un gusto naturalista por la representación objetiva de la realidad, aunque teñida con ciertos visos postimpresionistas que se encarnan en la riqueza del cromatismo y los matices lumínicos, en tanto a que elementos constructores de los estados de lo material y, a la vez, vehículos de las sensaciones más subjetivas.

De este modo, el arte de Juli Batallé Murla es elegante y amable; sutil y despreocupado. Su mirada se posa en árboles, rocas, ríos y montañas con la levedad de una mariposa y su pincel consigue reproducirlos con la suavidad propia del movimiento de las delicadas alas de esta. Bebiendo de los postulados impresionistas y naturalistas y, a la vez, trascendiéndolos, encontramos cuadros como  Batet de la Serra, donde nos esperan temáticas costumbristas de las que emerge  el silencio de las veredas angostas que recorren los prados hasta internarse en la espesura del bosque, invitándonos a un bucólico recorrido por el Olot más rural y auténtico, en el que casi podemos oír como las hojas le murmuran al viento que las arrulla. También en Castellar de N'Hug los cerros de la hermosa comarca catalana de La Garrocha se yerguen ante la vista como colosos verdes y pardos en los que el color parece modularse bajo la incidencia de las luces y sombras que acuchillan el cielo, así como por los efectos lumínicos que les imprimen la profundidad y la perspectiva.

Destaca en la obra del pintor catalán un uso rico, sensible y elegante del color. Así, Juli Batallé Murla emplea en sus composiciones los mismos tonos con los que la naturaleza se viste en cada estación: tonos tierra, verdes, azules y grises toman forma a través de una pintura compacta que se materializa en pinceladas rápidas y distinguibles, y mediante cuya acumulación consigue dar lugar a un todo pleno de forma, en el que las manchas de luz trascienden su propia presencia para configurar los elementos del paisaje de un modo realista y, a la vez, subjetivo, capaz de transmitir las sensaciones y ambientes que exhalan de cada paraje.

Juli Batallé Murla y la tradición pictórica de la Escuela Paisajística de Olot

Esta subjetividad en la plasmación de las atmosferas lumínicas, además del hecho de centrar su producción artística en la recreación de los panoramas olotenses nos permite definir a Juli Batallé Murla como uno de los nombres más representativos de la Escuela Paisajística de Olot, grupo de pintores que, a partir de mediados del siglo XIX consolidaron un estilo pictórico propio en torno a los parajes olotenses y al espíritu filosófico de la Renaixença Catalana.

Fundada por Joaquín Vayreda, la Escuela de Olot surge durante la época de la Restauración, un periodo de prosperidad económica que contribuyó a la emergencia de una burguesía que demandaba un arte realista, optimista, bucólico y amable. Se buscaban, de este modo, temáticas costumbristas y representaciones elegantes, centradas en la belleza del mundo y, especialmente, de la naturaleza.

Así, y al estilo de la Escuela francesa de Barbizón, la Escuela de Olot responde a esta demanda dando lugar a un acervo artístico que se mueve entre el naturalismo y el impresionismo, tomando como referencia e identidad los paisajes del municipio, de los que se realizaron diversas versiones y aproximaciones que acabaron por generar un sello propio capaz de atraer a numerosos pintores, tanto de la región como de más allá de las fronteras.

Por otro lado, la denominación de esta escuela resulta polémica, puesto que incluye en su seno no solo a los pintores nacidos (o que residieron) en el pueblo de Olot  o su comarca, sino también a todos aquellos que hicieron de los paisajes olotenses su fuente de inspiración, entre los que destacan, además del propio Juli Batallé Murla, nombres como Ramón Casas o Santiago Rusiñol. Además, el criterio unificador es estrictamente temático, al hacer gala sus integrantes de diversas tendencias plásticas y corrientes pictóricas que los alejan en la forma, lo que contribuye a hacer de esta escuela un claro ejemplo de cómo una misma realidad puede dar lugar a dispares expresiones plásticas.

Juli Batallé Murla; toda una vida dedicada a Olot y al arte

Aunque nacido en 1926 en Sant Esteve de Bas, en también en la comarca catalana de La Garrocha, Juli Batallé Murla pasa la mayor parte de su vida en Olot, a donde se traslada con su familia a la tierna edad de dos años.

Apenas alcanzada la adolescencia, el joven ya muestra interés por el mundo de la pintura. Con 13 años realiza sus primeros dibujos, y  con solo 14 comienza sus estudios en la Escuela de Bellas Artes del municipio, , donde posteriormente ejerce como profesor de perspectiva y dibujo artístico entre los años 1953 y 1975.

Durante la década de los ’40 trabaja en un taller de estatuaria religiosa, oficio con una dilatada tradición en la comarca, para pasar a cultivar durante los  años ’50 el dibujo y el grabado, así como a dedicarse brevemente al pesebrismo, lo que le vale diversos premios y reconocimientos, aunque finalmente decide decantarse por la pintura como método de expresión artística.

Desde finales de los años ’40, su nombre comienza a adquirir presencia y sus obras se exponen en diversas galerías de Cataluña, España y algunos países europeos, consiguiendo el beneplácito de la crítica y obteniendo numerosos premios y reconocimientos, entre los que destacan  la Medalla de Plata de la Escuela de Bellas Artes de Olot, en 1962; o la selección de algunos de sus lienzos para la Muestra de Arte Catalán de Grenoble, organizada por la Fundación Herbert d’Uckermann en 1976.

A partir de la década de los ’70 realiza sus pinitos en el mundo editorial colaborando con Miquel Plana y Corcó en la edición de libros como Centenari del Centre Catòlic (1978) o Poema de la Mare de Déu del Tura (1979), de Josep Congost i Pla y J. Casullá, respectivamente.

A partir de 1976 se realizan exposiciones antológicas de su obra en Cataluña y España, y sus cuadros pueden ser admirados en instituciones culturales y artísticas como el Museo Comarcal de La Garrocha, así como en otros museos de Francia y Venezuela. También es posible apreciar lienzos de Juli Batallé Murla en colecciones privadas de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos.

Fallece en el Olot que inmortalizó en sus cuadros en 2010 a la edad de 84 años, dejando tras de sí una prolífera producción artística.

Eva VilarC.