Manolo Valdés, o el arte en honor al arte

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En Manolo Valdés, la historia del arte toma cuerpo en forma de obra. Los cuadros, esculturas, collages y litografías de este polifacético artista valenciano tienen la capacidad insólita de devolver a la vida la más reconocible iconografía de la cultura artística universal, redigiriéndola y recontextualizándola, reinterpretándola mediante una mirada académica, sensible y crítica con la que consigue dotarla de una nueva significación y profundidad, rescatándola del inexorable devenir de los siglos y otorgándole, así, una actualidad imperecedera.

La filosofía artística de Manolo Valdés: el arte como proceso colectivo

Podríamos definir a Manolo Valdés como un historiador del arte que plasma sus estudios en lienzos y esculturas. Demostrando un enciclopédico conocimiento de la pintura, el artista documenta, estudia y recompone el pasado dando lugar a un presente heredado que hace de sus obras una suerte de catálogo de las “historias ya pintadas”, retazos que el pintor cose y entrelaza para infundir vida a obras totalmente nuevas y originales.

La de Valdés Blasco es una mirada  acumulativa y constructivista, sólidamente afincada en un concepto colectivo del arte que parte de la idea de que el presente no es más que una continua asimilación y readaptación del pasado. Un tomar prestado para no olvidar, para retomar y seguir creando sobre la espiral eterna que es la cultura en su concepción más filosófica.

Partiendo de esta premisa ontológica, y trascendiendo las fronteras del tiempo y las corrientes pictóricas, sus obras son un etéreo punto de encuentro en el que las abigarradas figuras picassianas, las icónicas meninas de Velázquez o los orgánicos fondos dalinianos se dan cita para construir nuevos capítulos, convirtiendo cualquier disonancia en un armonioso contraste de estilos.

Manolo Valdés y sus inicios en el Equipo Crónica

Es imposible pensar en Manolo Valdés y en su profunda filosofía del arte  sin caer en el recuerdo del Equipo Crónica, el grupo de pintores que pasó a la historia como importador y mayor exponente del arte pop en España.

Con sus eclécticas composiciones, el Equipo Crónica consiguió poner patas arriba el mundo del arte español, renovándolo y redefiniendo el papel que el artista debería representar en la sociedad, dotándolo de un compromiso y de una profundidad simbólica y social que trascendía las miras de sus homónimos anglosajones.

De este modo, en la época de inflexión que representaron los revulsivos años 60 en todos los ámbitos de la cultura, el Equipo Crónica asumió una nueva forma de expresión artística con la que encumbraba el arte como forma de reflexión y de comunicación, adaptando para tal proceso el lenguaje visual procedente de la alta cultura y de los medios masivos de comunicación, dicotomía con la que sus integrantes fueron capaces de generar un vocabulario pictórico cargado de sátira y contraste, en el que combinaban elementos estéticos del arte pop inglés con la profundidad temática de la crítica social, así como de crear revisiones de obras emblemáticas del arte universal desde una particular óptica vanguardista. Un ejemplo del Valdés más original del Equipo Crónica lo encontramos en cuadros como Menina (1980) o Monsieur Cézanne en el Carrer Avinyo (1980).

En este escenario, la idea creadora de Manolo Valdés encontró un sustrato fértil en el que tomar cuerpo, convirtiéndose en cofundador del grupo y en uno de sus más destacados componentes, por lo que es posible considerar que fueron estos años de adscripción al Equipo Crónica los el catalizador que acabó de dar forma a su peculiar filosofía, asentando en el subconsciente del pintor y, por ende, en su obra, la concepción del proceso artístico como un proceso colectivo en el que no solo interviene el bagaje cultural e histórico adquirido durante siglos de aprendizaje común, sino también las sinergias creadas entre diversas manos que, en pos de un mismo fin, deciden trabajar y crear juntas, más allá de todo individualismo.

La carrera en solitario de Manolo Valdés

Esta prolífica etapa de Manolo Valdés como integrante del Equipo Crónica llega a su fin a principios de los ‘80, propiciada por la muerte de su compañero Rafael Solbes, acontecimiento que lleva al artista valenciano a abandonar el trabajo colectivo para emprender su carrera en solitario, realizando su primera exposición a título individual en 1982 en la Galería Maeght de Barcelona.

Si bien en su obra se mantienen presentes los tintes ontológicos asentados durante su época en el Equipo Crónica, una constante que nunca le abandonará, los ‘80 son para Manolo Valdés una etapa de maduración en la que consigue alcanzar su estilo más personal e individual, aunque todavía (y siempre) embebido de la filosofía colectivista que le empuja a rescatar y combinar los elementos pictóricos heredados de sus antecesores.

Así, son buenos referentes de esta época en la que Valdés se entrega a la revisión artística obras como Mariana II (1985), donde Velázquez y Picasso parecen encontrase para crear una síntesis única que no entiende del paso de los años; o en Matisse como pretexto (1987), cuadro de una asombrosa tactilidad que nos revela las sinuosas representaciones del pintor fauvista ataviadas ahora con las texturas propias de la pintura matérica de los informalistas franceses.

Desde su debut en solitario, los tintes satíricos e irónicos de su etapa en Equipo Crónica van perdiendo centralidad en la obra de Valdés para dejar lugar a una pintura cada vez más esencial, centrada en el signo y en las texturas, convirtiéndose sus cuadros en una suerte de oda al arte, que se yergue como motivo y tema del propio arte.

Es también esta la época en la que Valdés se entrega a la escultura, dando lugar a obras de gran formato que beben de los mismos principios que su obra plástica. Manteniendo un constante homenaje a las antiguas glorias de la pintura, encontramos entre sus creaciones escultóricas más emblemáticas sus matéricas Meninas, que recorrieron la geografía española como colosales viandantes de pesado bronce decorando los paisajes urbanos de distintas ciudades europeas. También son dignos de mención el conjunto escultórico de Asturcones, en Oviedo; la colorida y monumental Dama Ibérica de Valencia, o la espectacular Dama de Molina, que preside la Plaza MUDEM del ayuntamiento murciano de Molina de Segura con su modernista tocado.

El lenguaje artístico de Manolo Valdés

El lenguaje artístico de Manolo Valdés bebe de las características asentadas por otros pintores, interiorizándolas para plasmarlas en nuevos contextos, contraponiéndolas y combinándolas hasta dar lugar a una amalgama de elementos que, pese a su aparente antagonismo, consiguen crear armoniosas composiciones de una potente fuerza expresiva.

El pintor echa mano de diversos recursos y técnicas, tal y como podemos ver en la litografía Homenatge a Sanchís Guarner, donde una figuración casi abstracta en la que priman simplicidad y texturas convive con la asequibilidad más representativa del arte pop encarnado en la pluma, consiguiendo un conjunto que evoca el más puro surrealismo, aunque sin caer en él a un nivel formal.

En la obra de Manolo Valdés es posible hablar tanto de influencias como de referencias. Así, en cuadros como El Guante (2004), podemos hallar las influencias de sus paseos por la Gran Manzana, donde se inspiraba viendo los escaparates y otros elementos cotidianos de la vida neoyorkina, plasmados sobre el lienzo con todo lujo de detalles que se revelan a las yemas de los dedos, al más puro estilo del Tàpies más matérico.

El arte pop se mantiene también como elemento referencial en algunas obras a lo largo de toda su carrera, como en Sin Título, una oda a la cultura pop a la que el pintor no pudo resistirse durante su época sesentera en Equipo Crónica.

Esta apabullante versatilidad de Valdés también nos lleva a apreciar referencias a Picasso, Mondrian, Velazquez o Miró, algunos de los autores cuya producción artística fue decisiva en el afán revisionista de Valdés, materializándose en composiciones tan sorprendentes como Las  Meninas (2000),  obra perteneciente a una de las series más conocidas del pintor , en la que las figuraciones de Velázquez alcanzan nuevos horizontes gracias a las aportaciones de los vanguardistas y a la personal imprimación de Valdés.

Ecléctico, versátil y personalísimo, Manolo Valdés supo consolidar un sello propio incluyendo obras ajenas en su producción artística, una opción arriesgada aunque vanguardista y rompedora que hace de su propuesta estética una de las más reconocibles y valoradas de la pintura contemporánea.

Biografía de Manolo Valdés

Manolo Valdés nació en la localidad castellonense de Altura un 8 de marzo de 1942.  Todavía no alcanzada la mayoría de edad, comenzó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, para abandonarla apenas dos años después para dedicarse profesionalmente a la pintura.

Su capacidad creadora, así como su riqueza técnica se dejaron ver desde sus primeros años como pintor, presentando su obra por primera vez en 1962 en la Galería Nebli de Madrid, contando apenas con 20 años de edad.

La personal filosofía artística del pintor le llevó, desde muy joven, a convertirse en el eje conector de distintos grupos pictóricos que salieron a la luz en la tierra que le vio nacer. El primero de ellos, Estampa Popular de Valencia, formado por pintores e historiadores como Tomás Llorens y artistas como Juan Antonio Toledo y Rafael Solbes, constituyó la antesala del famoso Equipo Crónica, fundado en 1964 a partir de una escisión de Estampa Popular, bebiendo de los debates acaecidos en el seno de esta primera experiencia colectiva.

En Equipo Crónica, Valdés forja su particular filosofía vital y artística, plasmando en el grupo su abierta crítica al individualismo y a la imagen romántica del artista, que pasa a convertirse en un actor social, pasando a disolverse los nombres de los pintores que lo conformaban bajo la etiqueta colectiva que dio nombre al Equipo, famoso introductor de la estética Pop Art en territorio español.

La carrera en solitario de Manolo Valdés da comienzo tras la muerte de Rafael Solbes, emprendiendo el pintor una etapa de maduración personal en la que se aleja de los conceptos asentados durante su estancia en Equipo Crónica para desarrollar su estilo personal.

A finales de la época de los ’80, y tras haber trabajado en Valencia y realizado diversas exposiciones y encargos para organizaciones públicas y privadas, Manolo Valdés se traslada a Nueva York para montar su estudio en la 5ª Avenida, donde pasará largas estancias que influirán tanto en la temática de sus obras como en su estética. Compagina su periodo americano con el trabajo en su estudio de Madrid, donde realiza algunas de sus esculturas de gran formato más reconocibles.

Su trayectoria artística es la de un genio imparable que ha forjado su nombre propio en apenas tres décadas, tiempo que le resultó suficiente para realizar numerosas exposiciones individuales en los lugares más dispares de la geografía mundial, así como para recibir importantes premios y reconocimientos internacionales entre los que destacan la Medalla de Plata de la II Bienal Internacional de Grabados de Tokio, la Medalla del Festival Internacional de Artistas Plásticos de Bagdag, en 1986; o los premios Lissone y Biella de Milán.

Eva Vilar C.