Rafael Cuartielles: una explosión vanguardista más allá de todo nombre

Rafael Cuartielles Pintores Catalanes Contemporaneos

Entender el arte contemporáneo catalán no es posible sin reparar en el pintor Rafael Cuartielles. Vanguardista redomado y con un estilo único e inclasificable, avalan su nutrida trayectoria decenas de exposiciones y premios de renombre internacional que, sin embargo, no resultan necesarios para poder apreciar la belleza y la capacidad expresiva de su obra, un auténtico derroche de fuerza y de creatividad, a caballo entre la pintura abstracta y el surrealismo figurativo, que convierte sus cuadros en deliciosas ventanas a mundos ininteligibles, propios y sumamente emocionales. La pintura de Cuartielles simplemente “es”, más allá de todo nombre.

El estilo pictórico de Rafael Cuartielles: fuerzas interiores que quiebran moldes

Cambiante e impetuoso, es difícil encontrar una línea conductora en el estilo del pintor barcelonés, una tarea casi tan ardua como la que resulta de intentar clasificarlo en una determinada corriente pictórica. De este modo, la de Cuartielles es una pintura viva, orgánica, carente de ancla y prejuicio que oscila y se reinventa al compás de las emociones y demás impulsos que vienen de adentro, como siguiendo un dictado metafísico procedente de la genialidad o de la locura, o de un fantasmagórico demiurgo que no entiende de épocas o de procesos evolutivos.

Tal y como dice el propio pintor: “justo cuando acabo de hacer un cuadro donde dominan los oscuros, me entran ganas de hacer otro basado en simetrías”, como si, guiado por una pulsión oculta, se afanase en extraer del más profundo subconsciente el sustrato de una ambivalencia que subyace a la contradictoria condición humana, sin reparar en ningún tipo de censura.

Su obra es, así, un juego de opuestos que conviven y se alternan como notas de una melodía estridente, postmoderna, grabada en el pentagrama de la materia y del tiempo. Un punto de encuentro en el que los extremos, por radicales, se tocan, sucediéndose y alternándose en un equilibrio tan sorprendente como inesperado.

Un lenguaje artístico que desborda los cauces de la referencia

De un esfuerzo titánico por sistematizar y organizar las características de su obra, parecen emerger varios pintores, o un artista con múltiples caras. Por un lado, obras como New Age I o New Age II nos presentan a un Cuartielles vibrante y pletórico en el  que la energía de los colores primarios y otras gamas brillantes se sobreponen a un caótico lecho de mortecinos beiges y grises, creando expresivos contrastes cromáticos y lumínicos, tan significantes como forzados, donde la luz impone a las formas sus propios límites.

Estas obras son también ejemplos de una marcada figuración que evoca al surrealismo de Dalí o de Ernst, aunque desbordándolo en aras de una pulsión impresionista en la que las luces y los colores acaparan gran parte del protagonismo, compartiéndolo, aun así, con el de las abigarradas figuraciones que dicen y, a la vez, desdicen emborronadas, temblorosas y desmaterializadas por la rapidez y el informalismo del trazo. 

También en  cuadros como Atardecer  o Diversión encontramos la esencia del surrealismo figurativo, aunque, esta vez, encarnado en fuertes contrastes dominados por el color negro, con el que esculpe, sin reparar en tinta, escatológicas e inquietantes siluetas, en detrimento de la potencia lumínica y de la riqueza cromática.

Sin embargo, más allá del Cuartielles figurativo, un Cuartielles impresionista se nos muestra claro y distinto en obras como Solo para coleccionistas, donde las figuras se disuelven bajo la expresividad del color como lo haría una  acuarela bajo la lluvia. La luz encarnada en el degradado de los colores mortecinos permite intuir, más que formas, vibraciones, elucubraciones espontáneas que surgen como una especie de radiografía de las emociones, distinguiéndose mediante las diferentes intensidades, menos contrastadas, aunque no por ello menos inquietantes.

Estas sinfonías puntiagudas suavizan sus formas y se vuelven más vivas y bucólicas en pinturas como Paisaje Policromado, donde los apagados tonos azules, grises y rosas dejan paso  a los colores del bosque en primavera, cuya frondosidad todavía deja intuir rastros de retorcidas figuraciones que asoman entre la salvaje hojarasca.

Enfrentarse a los cuadros de Rafael Cuartielles es recibir un súbito golpe que atraviesa las retinas hasta llegar a las entrañas. Una explosión de emociones súbitas, repentinas, que condenan al espectador a un vertiginoso e irremediable descenso hacia el averno de las formas.

Un romance que dura más de 70 años

La relación entre Rafael Cuartielles y la pintura nace como un amor adolescente, a la tierna edad de 13 años. Quizás fue este pronto contacto con el mundo de las artes el que más contribuyó a forjar la peculiar visión del autor, rebelde e irreverente, volcado más en las sensaciones y en la necesidad de expresar sus pulsiones viscerales que en narrar historias o retratar vidas.

Este precoz acercamiento puede ser también una de las causas de su marcado carácter vanguardista, imbuido por el espíritu rupturista e innovador de las vanguardias que dominaron el panorama artístico durante el prolífico período de entreguerras, especialmente por el surrealismo encarnado en los nombres de Salvador Dalí y Joan Miró.

Nacido en 1932, durante su adolescencia comienza a tomar clases de pintura con Jacinto Oliver y otros artistas catalanes, para ingresar en los años que suceden a la II Guerra Mundial en la renombrada Acadèmia Baixas de Barcelona y, posteriormente en La Llotja, la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad condal.

Coincidiendo con el desarrollismo español, el pintor cosecha un importante éxito durante su estancia en París, oportunidad que le fue brindada al obtener una beca de la Diputación de Barcelona para completar sus estudios artísticos en la Escuela Superior de Bellas Artes. En la capital francesa, Cuartielles se codea con los más destacados pintores del vanguardismo parisino, consolidando el rumbo que ya había tomado en Barcelona durante sus años iniciáticos. 

A finales de la década de los ‘70, regresa a su ciudad natal, donde compatibiliza su carrera artística con la docencia, impartiendo clases en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, tarea de la que solo le pudo apartar una forzosa edad de jubilación.

Sin embargo, la fecha de jubilación es inexistente en el vocabulario de los artistas, especialmente de aquellos movidos por la vocación, durando ya casi un hemisiglo y medio el romance que, inocentemente, Cuartielles emprendió con las artes; y que se mantiene igual de pasional y rutilante a como lo era durante sus primeras primaveras, sin rutinas ni azares que consigan enfriarlo.

Más de 70 años de trayectoria artística le sirvieron para acumular una ingente cantidad de premios y reconocimientos, granjeados en numerosas exposiciones que llevaron sus cuadros por todos los rincones del globo. Cuartielles ha viajado, en persona o en pintura, a lugares como París, Japón, Estados Unidos o Italia, alcanzando el aprecio de sus compañeros y de la crítica internacional, convirtiéndose en uno de los grandes maestros vivos del arte contemporáneo y en uno de los nombres más representativos de la pintura catalana.

Hoy en día, su pincel cuenta con más de siete décadas, aunque todavía no se le nota el cansancio. Los años no pasan para el pintor Cuartielles, el artista, quien todavía continúa trabajando y dando vida a los mundos más profundos del subconsciente humano como si hubiese comenzado ayer. 

Eva Vilar C.